La obediencia motivada por el amor a la Palabra de Dios es el sello distintivo del verdadero discipulado. Este tipo de obediencia solo es posible a través y por el Ministerio del Espíritu Santo. Una de las bendiciones del Nuevo Pacto es la presencia permanente que viene al Espíritu Santo. Él es nuestro maestro y el que, a través de su ministerio de vida, nos permite vivir la vida al máximo de nuestro potencial redentor.