El trabajo de Cristo está terminado y hecho. En el centro de la misión de Jesús está la pasión ardiente por la gloria de Dios. Como muestran estos versos, Dios es glorificado cuando estamos vividos en él. Es la lujosa generosidad de la vida del Padre a través de su hijo lo que derribó a Cristo para hacer la voluntad del Padre. Nosotros, sus hijos, ahora somos los destinatarios de esta generosidad para que podamos ser como él. Nos dieron vida para que a su vez también podamos dar vida.