El amor al mundo como sistema de valores que se opone activamente a Dios es la antítesis de su amor. En una cultura donde todos tienen derecho a tener sus propias opiniones y preferencias, el amor de Dios establece radicalmente un estándar que denuncia el mal y promueve el bien. Debido a que el amor no se regocija con el mal sino que se regocija con la verdad, es imperativo que Dios establezca un punto de referencia para la forma en que debemos vivir. La instrucción y la corrección en un mundo de valores caóticos y confusos es lo que hace el amor para abrir una salida a la esclavitud del pecado.