La primera tentación de Satanás desafía la identidad de Jesús que introduce dudas. Como en el jardín, su primera tentación abre un mundo de posibilidades aparte de la voluntad de Dios. Él dijo: “Si eres el Hijo de Dios”. La tentación navega una línea fina entre los egos inflados o los deprimidos. Ya sea que piensemos más o menos de nosotros, el resultado de nuestra carne es satisfacer nuestras necesidades dadas por Dios de manera que sea contraria a su voluntad. La carne busca satisfacción egoísta de nuestros deseos en nuestras caminos aparte de Dios. Jesús derrota a esta tentación que muestra que nuestro hambre más profundo está satisfecho de no hacer nuestra voluntad sino por entregarse en la obediencia a la Palabra de Dios. Dios nos hizo sentir satisfechos con su palabra no con el mundo. Es la obediencia a la palabra de Dios, no una exhibición milagrosa egoísta de nuestra destreza egoísta que realmente demuestre lo que se trata de ser un hijo de Dios. En la primera tentación, el ayuno es el proceso que Dios usa para aprender a negarnos a nosotros mismos. Para decir que sí a Dios debemos decir que no a nuestra carne.