La humildad es el sello de la verdadera madurez cristiana. Los creyentes desplegados en
misión son enviados a ser sal y luz en sus comunidades compartiendo el amor de
Cristo. Compartir su amor puede ser un desafío en nuestra vida diaria, particularmente
cuando somos perseguidos o tratados injustamente por el mundo. Esto sin embargo, es un
oportunidad de mostrar al mundo lo que sólo Cristo puede hacer: la redención. Tenemos una
historia que contar, nuestra historia es aquella en la que Cristo nos rescató de un pasado rebelde para
llegar a ser como Cristo, el Pastor y Supervisor de nuestras almas.